Escrito por Jorge Boscan

24 de abril de 2020

Cuando trascurrían los primeros días de la cuarentena anunciada para evitar la propagación y contagio del virus en el país; Jonatán (mi hijo de 6 años) me sugirió tomar algunas semillas para plantarlas en el jardín de casa, siendo la propia actividad divertida y reflexiva para estos días. Hicimos pequeños surcos, preparamos el terreno e iniciamos la siembra. Algunas partes del terreno eran irregulares y arenosas; sin embargo, estas también fueron regadas con las semillas de manera que todo el pequeño terreno recibiera una uniforme siembra.

Después de varios días, de manera admirable y maravillosa se observaron pequeñas plantas alrededor de la tierra húmeda cercana a la salida de la tubería de agua. Mucho más sorprendente fue observar que las semillas que estabas lejos de la fuente de agua, no habían crecido; se habían quedado sin nacer algunas, y otras habían crecido muy poco. ¿Qué había pasado con las semillas que no habían crecido? ¿Por qué algunas plantas crecieron muy poco? ¿Por qué las plantas no habían crecido de manera similar? Algo tenía que ver con la falta de agua, dureza del terreno y arenosidad del mismo. A continuación vamos a examinar a ver dónde está anclada nuestra fe, usando para ello el testimonio y escritura de personajes bíblicos.

La fe de David

En el Salmo 1, David señala algunas cualidades y características de un hombre con una fe bien plantada:

  1. No se deja llevar por consejos de los malvados, tampoco camina ni comulga con ellos. (Vv-1)
  2. Se maravilla, deleita y medita en la Ley de Dios. (Vv-2)
  3. Se asemeja a una semilla plantada firmemente al lado del efluente de agua, con frutos visibles y correspondidos con su tiempo, llamativo, próspero, sin peligro de alguna sequía… En fin, una Buena planta. (Vv-3) (Adaptación relacionada con la introducción)

El hombre descrito por David en el Salmo, es capaz de dar frutos en todo tiempo; no importando las condiciones o desigualdades del terreno. Esta clase de fe, especificada por David, se distingue de cualquier otra, porque el planificador es Dios mismo; quien la habilita y la señala como camino a seguir. Esta fe es la que le marca el camino a los hombres para vivir días buenos, amar misericordia, gozarse en el Señor y dar frutos en todo tiempo. Las plantas señaladas en la poesía son llamativas por su frondosidad y multiplicación de hojas y frutos, debido a que el dueño del terreno es el propio Dios; quien nunca dejará marchitar, secar, ni decaer su plantación.

La fe de Habacuc

El profeta Habacuc estaba percibiendo la aparente tolerancia hacia el pecado por parte de Dios. Él se quejaba por el crecimiento desproporcionado de la injusticia, inmoralidad y costumbres que se habían colado dentro del propio pueblo de Israel (reino de Judá); y que le habían llevado a dudar y preguntar muchas cosas a Dios. El profeta, con mucha incertidumbre aborda a Dios desde su desconocimiento y recibe una respuesta aún más sorprendente. La siguiente acción que Dios realizaría fue tan contundente como sorpresiva para el profeta, teniendo un peso mayor debido a que él mismo la debía informar.

Habacuc es traspasado por la respuesta dada por Dios, la cual llegó a ser clave y transversal para comprender lo que debía hacer en la circunstancia que estaba viviendo y viendo; mostrando como resultado final un entendimiento, adaptación y apego a los preceptos y actuaciones de Dios: “El justo por su FE vivirá” (Habacuc 2:4). La fe que se resalta en este texto, descansa y depende completamente de Dios. En esta el profeta se estacionó al final a pesar de que los Caldeos vendrían como “gente amarga y presurosa, que caminan por la anchura de la tierra” (Habacuc 1:6), a poseer la tierra arrasando con todo a su paso, provocando terrores y grandes temores en el pueblo Israel; mas no así en Habacuc y su fuerte convicción que se muestra al final del relato:

«Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales, con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová, el Señor, es mi fortaleza; él me da pies como de ciervas y me hace caminar por las alturas”

Habacuc 3:17

Habacuc inicia la profecía de manera titubeante y dudosa, finalizándola consciente y confiado en el Dios de su Salvación, el cual le había mostrado muy de cerca la fe verdadera, la cual está por encima de las circunstancias. Él no estaba pidiendo a Dios que la situación terminara según su entendimiento, sino más bien exaltaba la voluntad de Dios como aquella que le ayudaría a descansar y avanzar a pesar de que la dificultad se agudizara como parte de la justicia y orden divino.

¿Y tú fe? ¿Cómo está? ¿Dónde está su fundamento?

Tanto David como Habacuc, estuvieron rodeados de tentaciones y realidades que los llevaron a valorar una fe que les distinguiría de otras personas y acciones. David habla en el Salmo 1 del hombre “malo”, que actúa y resulta ser como un “tamo que arrebata el viento”, en contraste con el hombre que sigue a Dios. Habacuc formaba parte de los que estaban en la primera línea como portavoz de Dios, así como tú y yo; y a pesar de eso, estuvo en principio desorientado por lo que sucedía y veía, sin embargo, Dios transformó sus pensamientos para que, como mensajero, entendiera y percibiera el mensaje de manera personal antes de trasmitirlo. Asimismo un predicador, un discípulo, un cristiano es traspasado y cambiado por el evangelio para posteriormente servir como portador del mensaje para los demás; mostrándose entonces, serenos, conscientes, firmes, tranquilos, confiados, pacientes ante el actuar de Dios.

  • ¿Cómo valoras tu fe en este tiempo?
  • ¿Qué cosas te ha mostrado Dios en este tiempo para que hoy tu fe tenga fundamento sólido?
  • ¿A que están apuntando tus actuaciones? ¿Confías o temes de manera desmedida? ¿Escuchas y vives la palabra de Dios o descansas en consejos y palabras con augurios oscuros?

Hoy podemos vivir tranquilos y confiados en los brazos del Señor, con una fe anclada en nuestra Roca.

Por Ps. Robinson Moreno

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