Desde que inició la pandemia por coronavirus (COVID-19) ha provocado una crisis sin precedentes en todos los ámbitos. En muchos hogares cristianos y no cristianos el estilo de vida ha sufrido cambios positivos o negativos. El trabajo, la relación social y la educación de los hijos han sido tocados de sobremanera, poniendo a muchos padres en apuros. Los niños dentro del hogar se convierten en un verdadero desafío.
El hogar ahora es la escuela y los padres maestros de sus hijos. Algo que al comienzo del siglo XXI no sucedería, pero está aquí. Entonces, surgen varias interrogantes: ¿Cómo lograr lo que queremos con nuestros hijos? ¿Qué cosas debemos cambiar?
Los hijos son una bendición de Dios y Él nos ha confiado al cuidado de cada uno de ellos. Nuestro papel como padres es muy importante, pues somos protectores y administradores de sus vidas en todo tiempo:
– “Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Prov. 22:6).
–“Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa. Como flechas en las manos del guerrero están los hijos en la juventud. Dichoso son los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. No serán avergonzados por sus enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales” (Salmo 127:3-5 NVI)
Un corazón engañoso.
El profeta Jeremías le dice al pueblo de Judá, “No hay nada tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo? (Jer. 17:9)”. Entonces, lo primero en cambiar es el corazón de los hijos. La Palabra enseña que el corazón es el centro de la vida, pues de allí salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas contaminan al hombre…” (Mateo 15:19-20ª) Por tanto, la vida de una persona es el reflejo del corazón. Proverbio lo expresa así:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida.” (Prov. 4:23
El corazón es un pozo, un manantial de todos los propósitos de la vida. Podemos ver que la conducta de una persona refleja lo que rebosa su corazón.
Por tanto debemos actuar como padres cuidadores de sus corazones, colocando a Dios en primer lugar sobre todas las cosas de este mundo. Los niños deben conocer el temor al SEÑOR a través de sus padres por medio de la Escritura (Prov. 1:7). Los padres son los ayos o instructores para sus hijos como lo dice en el libro de Deuteronomio:
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.” (Det 6:6-9)
El resultado en cuidar el corazón de los hijos es la obediencia y dar honra a Dios. Un ejemplo lo encontramos en Daniel:
“Se propuso Daniel en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía, y pidió al jefe de los oficiales que le permitiera no contaminarse” Daniel 1:8
Una conducta desviada.
En segundo lugar, a los padres les preocupa la conducta de sus hijos. Aunque parezca increíble el niño desde muy pequeño es rebelde. Y, por qué digo esto. ¿Quién enseña al niño a decir no, a ser egoísta y desobediente? Recordemos que nuestra naturaleza es rebelde de nacimiento. El ADN viene contaminado por el pecado de nuestros padres. David lo expresa así:
He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. Sal 51:3 LBLA
Entonces, ¿cuál es la respuesta a la conducta desviada?, sin duda alguna viene a ser la disciplina y corrección en el Señor:
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestro hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del SEÑOR” Ef. 6:4
Y, como si lo fuera a olvidar, Pablo, ese mismo mandamiento lo menciona en la carta a los Colosenses: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten..” Col 3:21
Es un hecho que estamos atravesando por circunstancias excepcionales llámese: “aislamiento social” o “cuarentena”, pero la corrección debe seguir siendo aplicada para enderezar la conducta desviada.
- “Corrige a tu hijo mientras hay esperanza, pero no desee tu alma causarle la muerte” Prov.19:18
- “corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” Prov. 29:17
Una respuesta en tiempo difícil
Hay muchas maneras de dar una respuesta en tiempo difíciles. En el diario trabajo que tienen los padres con sus hijos van a buscar método más eficaz dentro del hogar y fuera de allí. Pero la más efectiva y bíblica que encontramos es la disciplina y la comunicación. Ambas son necesarias para una respuesta en tiempo difíciles. La disciplina es utilizada para la corrección del niño. En el libro de proverbios encontramos estos dos métodos:
“No escatimes en la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.” (Prov. 23:13-14; 13:24)
“Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies (Prov. 23:22)
Ambos elementos deben estar juntos. La comunicación no es un monólogo sino un diálogo. Y no solamente la habilidad de hablar, sino también la habilidad de escuchar. (Prov. 18:2)
Conclusión
La responsabilidad de moldear el corazón de sus hijos es de los padres en primera instancia. Ellos deben instruir y disciplinar en amor; reflejando la gloria de Dios a hijos pecadores como nosotros. Pero nuestra enseñanza al ser pastores de alma de los hijos, al final de nuestras vidas, podremos decir: “No tengo yo mayor gozo que éste, es oír que mis hijos andan en la verdad” (3Juan 1:4). ¿Has escuchado este dicho? “En cien años no importará lo mucho que hayas tenido en tu cuenta de banco o qué tipo de auto habrás conducido, sino que el mundo será un lugar diferente porque habrás jugado un papel importante en la vida de tu hijo”.
Pr. Jesús Idrogo.