Escrito por Jorge Boscan

11 de abril de 2020

Nadie jamás pensó que, en pleno siglo XXI, la enfermedad llamada COVID-19 mantendría a la gente aislada y en sus casas; y menos en la celebración de la semana mayor del año, la semana santa, llamada así por los actos religiosos que se celebran en el mundo cristiano.

Una mañana increíble.

Los cuatro Evangelios narran los acontecimientos sucedidos en la última semana del ministerio de Jesús, desde la entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén, hasta ser enjuiciado, condenado a muerte y crucificado. Sus discípulos, al ver morir a su Maestro ese día, sus esperanzas se desvanecieron y regresaron a sus casas. Pero lo que ellos no sabían era que después del día sábado vendría una mañana increíble.

Los evangelios sinópticos, y el evangelio de Juan, narran la resurrección del Señor Jesús, que aconteció después del día de reposo (el sábado). Varias mujeres al comienzo de la semana salieron a la tumba donde estaba enterrado el cuerpo de Jesús, “y pasado el día de reposo, al amanecer el primer día de la semana vinieron María Magdalena y la otra María al sepulcro” (Mt. 28:1). Ellas llevaban especies aromáticas para ungir el cuerpo según las costumbres del pueblo (Mr. 16:1; Luc. 24:1).

Note que, en el relato de la resurrección en cada uno de los cuatro evangelios, el primer versículo resalta a las mujeres yendo al sepulcro, haciendo ver la importancia de ellas en el momento de la resurrección del Señor. En este tiempo la mujer no tenía participación en la vida pública, y esto se manifestaba en una serie de costumbres que resultaban en extremo duras y humillantes; sin embargo, sabemos que algunas de ellas fueron las primeras en participar del triunfo de la resurrección en esa mañana increíble.

Lo sobrenatural

Además de la participación de las mujeres el día la resurrección, ocurrieron otros acontecimientos ese día. Lo primero, hubo un gran terremoto (Mt 28:2). Es el segundo asociado con la muerte de Jesús (27:51). Este debió estar limitado al área alrededor de la tumba, cuando un ángel del Señor descendió del cielo, y de manera “sobrenatural” hizo rodar la piedra, no para dejar de salir a Jesús y que pudiera resucitar de los muertos (pues Él no tenía necesidad de ninguna ayuda de escapar de una tumba terrenal), sino para permitir a las mujeres y a los apóstoles entrar, y que quedaran paralizados, llenos de temor y miedo al ver la tumba vacía.

Lo extraordinario

Sin embargo, lo acontecido allí fue la noticia más importante anunciada a través de los tiempos a los hombres: la resurrección del Señor Jesucristo; aunque hombres escépticos pretendan negarlo, expresando argumentos tales como que Jesús no murió en la cruz, sino que se desmayó, lo pusieron en el sepulcro, y se recuperó.

Tales argumentos solo pueden venir de un corazón incrédulo y no regenerado. El apóstol Pablo, a los hermanos de la iglesia de Corinto, les dice: “Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe… Mas ahora Cristo ha resucitado entre los muertos, primicias de los que durmieron” (1 Co.15:13-14; 20).

Philip Yancey, autor del libro, “El Jesús que nunca conocí” dice: He sacado la conclusión de que hay dos formas de mirar la historia humana. Una es centrase en las guerras y la violencia, en la miseria, el dolor, la tragedia y la muerte. Desde ese punto de vista, la Pascua parece la excepción…” (Hablando de la resurrección).

En conclusión, cuando celebramos la resurrección del Señor Jesús, entendemos que la historia de la humanidad ha cambiado porque esa mañana fue increíble. La noticia de la resurrección recorrió Jerusalén, y se sigue anunciando hasta el último rincón de la tierra. Fue sobrenatural, porque jamás otro acontecimiento así se va a repetir en la historia de la humanidad; y es extraordinario, porque la resurrección es la garantía que tenemos, todos los que hemos creído en el Señor, que estaremos juntos en la vida eterna. (1 Juan 5:13)

Además, la resurrección es el resultado del poder maravilloso de Dios. Puesto que Jesús ganó la victoria sobre el pecado y la muerte, será fácil para Él, a su debido tiempo, levantarnos de la tumba. A Él no le será más difícil llevar a cabo este milagro, de lo que le fue crear al hombre en el principio. La doctrina de la resurrección no es más difícil de creer que la doctrina de la creación. Cuando brota la vida de una semilla seca es una ilustración del poder de Dios para resucitar a los muertos. Amén.

Por Ps. Jesús Idrogo

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