Leer Jonás 1:1-9
Existe un dicho popular que dice: “Lo que aquí se hace, aquí se paga”, esto se suele decir cuando se considera que una persona hizo algo tan malo que debe pagarlo mientras esté vivo. A veces solemos pensar así, creyendo que hay personas que no merecen el perdón de Dios, porque consideramos imperdonable lo que hizo desde nuestra propia óptica y justicia; siendo estos pensamientos contrarios a los preceptos del Señor.
Sin embargo, Dios piensa de manera diferente, sin lugar a dudas muchos tendremos consecuencias por nuestros actos. En cuanto a la salvación y el perdón de pecados, su bondad y misericordia no tiene límites, y a continuación veremos el inicio de una historia de misericordia, bondad y amor donde abunda el pecado y la desobediencia del hombre, pero la gracia de Dios es superior.
El Señor usa hombres falibles para enviar su mensaje
En el Antiguo Testamento (A.T) observamos que Dios usó hombres para denunciar el pecado de la humanidad, como los profetas; entre ellos tenemos al profeta Natán que denunció el pecado de David (2 Samuel 12:1-15); en Amós 3, el profeta Amós denuncia el pecado del pueblo de Israel; y en Jonás, el profeta denuncia el pecado del pueblo de Nínive. Lo más interesante es que no suelen ser hombres perfectos, mas bien, tienen debilidades, se pueden equivocar y hasta pueden pecar contra Dios, como el caso de Jonás que pretendía huir “… de la presencia de Jehová” (parte final de Jon 1:3), con caracteres complicados como el caso de Jonás, que era un hombre impetuoso, al parecer colérico y que creía que su visión de las cosas eran las correctas. Pero que a pesar de eso, temían a Dios y al final eran usados por el Señor (Jon 1:9).
Esto nos enseña que no depende de nosotros, ni de nuestras habilidades, ni de nuestra “perfección”, sino del Señor que hace la obra. Seguramente serán más las ocasiones en que fallemos a Dios que las que acertemos en obedecerlo, pero aun así el Señor se glorifica; porque al final del día su voluntad, que es buena agradable y perfecta, se cumplirá.
El Señor manda a denunciar el pecado.
El pecado de toda la humanidad ofende a Dios, pues no sólo el pecado del pueblo de Israel, por ser escogidos por Dios le ofendía, sino el pueblo de Nínive aunque no era el pueblo escogido por Dios también era ofensivo para Él, tanto que el pasaje dice que la razón por la que Jonás fue enviado a proclamar en contra de Nínive fue: “… porque su maldad ha subido hasta mí.” (Jon 1:2), aun así, el Señor tenía un plan preparado con Jonás y este pueblo. Quería mostrar su misericordia a pesar del pecado que abundaba en esta ciudad.
Así mismo la iglesia tiene la obligación de denunciar el pecado, entendiendo los tiempos y el contexto en el que vivimos, debemos comprender las formas en que es necesario hablar sobre el pecado. Para Jonás y los profetas del A.T era una obligación hablar el mensaje que habían recibido por Dios y hacerlo de la forma en que Dios les mandaba, nosotros tenemos toda la escritura y el nuevo testamento para entender cómo quiere el Señor que prediquemos sobre el pecado y el llamado al arrepentimiento.
Un mandato ineludible
Como Jonás, solemos creer que nuestra voluntad es superior a la del Señor, posiblemente creamos que el Señor no debería hacer esto o aquello, colocando nuestros deseos y sentimientos por encima de la voluntad y el carácter de Dios.
Este era el caso de Jonás, la razón por la que intentaba huir de la presencia del Señor, era porque no quería que la salvación llegara a este pueblo, porque él conocía el carácter de Dios, Su compasión y misericordia (Jon 4:2). En muchas ocasiones podemos actuar así, creemos que por la maldad de las personas no tienen oportunidad de salvarse, pero olvidamos que el Señor “… quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4) y en 2 pedro 3:9 “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”
El llamado del Señor para toda la humanidad es que se arrepientan y reconozcan Su autoridad en la vida de cada persona. Definitivamente el Señor no es como nosotros. Agradezcamos a Dios por su infinita bondad y misericordia y aprendamos de Él.
El Señor puede usar cualquier medio para cumplir Su voluntad
Es común pensar que podemos hacer algo para escapar de la voluntad de Dios, también podemos creer que lo que nos está aconteciendo se escapa de las manos del Señor; sin embargo, debemos entender que “… a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…”, (Rom 8:28), con esto quiero decir que todo lo que le acontece al ser humano está bajo la poderosa mano de nuestro Señor y no podemos hacer nada para ir en contra de los designios de Dios, pues Él tiene el mejor plan para los suyos.
En el caso de Jonás: el episodio de la tormenta y el mar embravecido, el Señor usó este tiempo para que los tripulantes y el mismo Jonás reconocieran Su poder, y tuvieran temor del único Dios creador de los cielos y la tierra. A pesar de la desobediencia y la situación de tribulación, si somos hijos de Dios, el final será de beneficio para la gloria de Dios y la formación del carácter de nosotros como creyentes.
Conclusión
Con esto aprendemos varios puntos importantes
• El Señor hablaba a los profetas y les daba la tarea de denunciar el pecado.
• El hombre es malo por naturaleza y ofende a Dios con su pecado. La maldad de la humanidad es inaceptable para Dios.
• Es necesario que haya hombres que denuncien el pecado. Y esta es una tarea ineludible.
• El hombre evita cumplir con sus tareas por su propio orgullo y razonamiento.
Amados hermanos, demos gracias a Dios por la salvación que hemos recibido, entendiendo que proviene del carácter y esencia de Dios mismo y no de nosotros. Y si hemos sido salvados, compartamos este privilegio con otros, primero porque reconocemos que ni aun nosotros lo merecemos, segundo porque debemos amar a Dios e imitar su bondad y misericordia y tercero porque es un mandato y es el deseo de Dios que todos procedan al arrepentimiento.
¡Ánimo!, a pesar de la situación, seamos fieles al Señor cumpliendo con sus preceptos. Siempre habrá oportunidad para predicar y también habrá la necesidad donde menos lo imaginemos o pensemos.
Por Jesús Rivera