Escrito por Jorge Boscan

12 de diciembre de 2020

Leer Santiago 1:19-27

Desde hace algunos años, vengo escuchando una sabia frase, que atrajo mi atención desde la primera vez que la escuché:

«Dios nos ha dado dos oídos y una boca, para oír más y hablar menos»

Zenón de Citio

Esta frase, se hace latente en mi mente, al estudiar un pasaje como el de Santiago 1:19-27, ya que Santiago empieza este pasaje, empleando palabras muy sabias y similar a la frase de Zenón.

Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Santiago 1:19-20

Debo destacar, que Santiago le escribe a creyentes que no la estaban pasando bien, por causa de su fe en el Señor. Sin embargo, para Santiago era de vital importancia que la Iglesia del Señor, por muy perseguida y atribulada que estuviera, se mantuviera en santidad, dando respuestas positivas a la Palabra de Dios. Es por eso que exhorta a los hermanos, que estaban dispersos en las doce tribus, al igual que hoy día a nosotros, a oír con prontitud, a ser tardo para la ira, a desechar toda inmundicia y malicia, a recibir con mansedumbre la Palabra, a ser hacedores de la Palabra, a refrenar su lengua. Al mismo tiempo de reflejar el amor de Dios, ayudando y amando a su prójimo.

ATENCIÓN, SILENCIO Y TEMPERANCIA (Stg 1:19-20)

Santiago, en los versículos 19 y 20, nos muestra tres actitudes que debe tener un verdadero creyente.

En primer lugar, debe ser «pronto para oír»; esto significa que debe ser rápido para escuchar, atender y prestar atención a lo que se le dice. Debo dejar claro que existe una diferencia entre oír y escuchar. Por ejemplo; podemos estar en una tienda y oír el sonido de la música y no pasar nada. No obstante, es cuando escuchamos y ponemos toda nuestra atención y todo nuestro sentido concentrado en el mensaje, que nos damos cuenta de lo que el autor nos quiere transmitir en la letra de la canción. Como creyentes, nosotros debemos aprovechar toda oportunidad que se nos presente, para atender y escuchar con atención la Palabra de Dios, de manera que podamos entender cuál es la perfecta voluntad de Dios para nuestra vida.

En segundo lugar, un verdadero creyente debe ser «tardo para hablar» esto significa que no debemos hablar apresuradamente, sin antes evaluar lo que vamos a decir, ver si edifica o es de bendición para otros. Si en nuestra evaluación, lo que vamos a decir no proporciona nada, lo mejor es guardar silencio.

Porque…

Hablar demasiado conduce al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada.

Proverbios 10:19

El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.

Proverbios 13:3

Unas de las virtudes que caracteriza al verdadero creyente, es que habla sabiamente y tiene la capacidad de controlar sus palabras, es decir tiene dominio propio.

En tercer lugar, un verdadero creyente es «tardo para la ira» esta tercera actitud, tiene mucha relación con las dos anteriores, ya que si somos pronto para oír y tardo para hablar, también seremos tardos para la ira. Como creyentes tenemos la responsabilidad delante del Señor, de no pecar, teniendo control sobre la lengua y la ira.

El que tarda en airarse es grande de entendimiento; Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.

Proverbios 14:29

Este texto nos revela, que la grandeza del hombre no consiste en airarse, sino en la capacidad de reprimirla, cuando nos airamos hacemos cosas que no agradan a Dios, es por esa razón que Santiago dice:

porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

Santiago 1:20

DESECHAR Y RECIBIR (Stg 1:21)

En el verso 21, Santiago, con voz de mando, le dice a los creyentes:

«Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia»

Santiago 1:21

En otras palabras, lo que Santiago le quiere decir a los Cristianos literalmente es lo siguiente: «Quítense toda la ropas sucias de sus vidas, despojaos de su pecado, para que la Palabra de Dios pueda tener un efecto en sus corazones, para que la Palabra de Dios se pueda manifestar en sus vidas». El pecado obstaculiza el entendimiento y el impacto de la Palabra de Dios en nuestras almas.

La segunda parte del texto 21, dice: «Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual tiene poder para salvar vuestras almas». Santiago, en este texto hace un contraste, primero nos dice: «despojaos de toda inmundicia y resto de malicia», ahora nos dice: «Recibid con humildad la Palabra implantada». Es decir quítense la ropa de inmundicia y malicia y pónganse la nueva ropa de mansedumbre y paciencia, para que puedan ser prontos para oír y reciban la Palabra de Dios, con impacto y poder transformador en sus vidas.

Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos. Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Efesios 4:22 y 24

UN MANDATO IMPRESCINDIBLE (Stg 1:22)

Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores.

Santiago 1:22

Es interesante notar que Santiago, no le está dando una sugerencia a los hermanos, para que ellos escojan si quieren o no cumplir con lo que él le está enviando en su carta. Sino que le deja bien marcado, un mandato, una orden divina que debe cumplirse. Nuestras vidas como creyentes, deberían de caracterizarse por nuestra obediencia absoluta de toda la Palabra de Dios. Es por ello, que el hacedor de la Palabra, es aquel que tiene toda la intención de obedecerla, vivirla y someterse a ella. El hacedor de la Palabra, sabe que no es perfecto, pero él quiere y desea hacer lo que Dios demanda de él, se deleita en la Palabra y quiere llevarla a la práctica. También debemos reconocer, que esto va en contra de nuestra naturaleza, porque desde el principio de la creación, el hombre ha desafiado la Palabra, el hombre ha querido obedecer selectivamente la Palabra de Dios, y no todo su consejo. Sin embargo, Santiago nos hace un llamado de atención, a no ser tan solamente oidores de la Palabra, sino hacedores. Teniendo en cuenta que…

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea equipado, enteramente preparado para toda buena obra.

2 Timoteo 3:16-17

UNA ILUSTRACIÓN COTIDIANA (Stg 1:23-25)

¿Cuál es el propósito de mirarse en un espejo? Ciertamente, el propósito de mirarnos es ver si algo está mal, si hay suciedad, arreglarnos, entre otros. En esta ilustración que hace Santiago, el espejo es la Palabra de Dios, donde el hombre se ve y se da cuenta de su condición espiritual delante del Señor, a decir verdad, el hombre no queda bien parado frente a este espejo; es por ello que, como creyentes, a medida que nos exponemos más a ese espejo de la Palabra, nos va mostrando más suciedad, maldad y pecados en nosotros. Es por eso que Dios desea, que cuando nos veamos en el espejo de su Palabra, y nos demos cuenta de nuestro pecado e inmediatamente corramos a corregirlo, arrepintiéndonos y pidiendo perdón al Señor. Como creyentes no podemos ser negligentes a lo que nos dice el Señor en su Palabra. No obstante, el que mira atentamente la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. Santiago 1:25.

UNA APLICACIÓN SIN RESERVA (Stg 26-27)

Santiago, finaliza el primer capítulo haciendo una advertencia, que también sucede en el día de hoy. Muchos «creyentes» se interesan solamente por ir a la iglesia, escuchar un sermón, participar en algunos ministerios, hacer su vida devocional, ayunar, entre otras prácticas espirituales. Sin embargo, carecen de una vida transformada, estas prácticas no son malas en sí mismas, pero son totalmente vacías y sin valor delante de Dios, sino van acompañadas de una vida transformada; este tipo de personas puede pensar que son creyentes y quizás no lo son, ya que en sus vidas y actitudes en el hogar, trabajo y tratos hacia los demás, no reflejan ni dan evidencia de una vida transformada por el poder de la Palabra de Dios.

¡Queridos hermanos! Examinaos a nosotros mismos en el espejo de la Palabra de Dios, para ver si realmente estamos siendo oidores o hacedores de la Palabra del Señor. El verso 27, dice:

La verdadera religión es guardarse sin mancha del mundo.

Santiago 1:27

En otras palabras el verdadero creyente, sabe que el mundo no puede satisfacer sus deseos más profundos.

Ciertamente, sé que no estamos viviendo cosas sencillas. Sin embargo, también sé que aunque el mundo trate de influenciarnos y nos ataque, la Palabra de Dios nos ayuda a permanecer sin ser contaminados. Por tanto, si tu vida no está dando una clara evidencia de transformación interior, de tus deseos, de tu amor por el prójimo, del control de tus impulsos, de guardarte sin contaminarte del mundo, es posible que tu fe no sea genuina, entonces eres un oidor y no un hacedor de la Palabra, por tal razón necesitas arrepentirte.

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

1 Juan 2:1

Por Denys Payen

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