Escrito por Jorge Boscan

3 de diciembre de 2020

Leer Hebreos 12:1-2 

Introducción:

Hace unos cuantos meses atrás, estando recién iniciada la pandemia y con cuarentena obligatoria, nos enfrentamos a diversos y necesarios cambios que iban desde la comunión, relación y mayor tiempo de convivencia en el hogar, hasta la adaptación a los repentinos cambios que nos obligaron a tomar precaución y prevención a la hora de adquirir alimentos y atender las diversas responsabilidades que como creyentes tenemos. Estas responsabilidades aumentaron en algunos casos, por lo que debíamos “asistir” a reuniones en la web o por algún otro medio tecnológico.

Es bien sabido entre nosotros las grandes dificultades que tenemos a nivel telefónico y con el internet; siendo esto en muchos casos, uno de los motivos que me llevaron a buscar puntos de conexión fuera de casa, donde pudiera obtener una buena “señal” o ubicar algún lugar que me permitiera estar en la “sala” de reuniones de Zoom o de cualquier otra aplicación popular; haciéndose en la mayoría de los casos, imposible participar de manera satisfactori, produciendo frustración y sentimientos de impotencia ante la imposibilidad de poder hacer algo para solucionar la situación. Después de casi 6 meses, encontré un “rincón” en el balcón de casa, donde podía obtener la señal necesaria para estar en las reuniones que tanto en los seminarios donde estudio, como en las reuniones de la iglesia debía estar y atender. Estos inconvenientes pueden compararse de manera ilustrativa, con la situación que como creyentes muchas veces sufrimos, “aparentando” o “buscando” alguna señal en lugares que están fuera de nuestro “perímetro” más cercano: Nuestro hogar.

Búsqueda de la señal

Es interesante poder decir, que en la medida que buscaba “señal” de internet fuera de casa, algunas cosas que debían ser corregidas en casa, quedaban relegadas y desatendidas; sabiendo tanto en mi caso, como en el de ustedes que nuestra casa, es uno de los lugares que en este tiempo más que nunca deben ser atendidos; pues la pandemia y la propia cuarentena, han servido como fuego al oro, para probar, medir, reflexionar en cuanto a las bases y fundamentos de nuestra fe, la cual, vendrá a ser reflejada como consecuencia de la relación real que tengamos con Dios, siendo nuestro hogar uno de los sitios que tendrán de primera mano, la perspectiva real de nuestra fe.

Para llegar a descubrir el balcón; en primer lugar, tuve que reconocer las deficiencias que tenía como padre de familia, esposo, proveedor, protector, sacerdote y demás responsabilidades que estaba dejando de atender de manera eficiente; siendo este tiempo entonces, necesario para recuperar terreno perdido en esas áreas. Ese pequeño “balcón”: Sucio, con rejas oxidadas; el cual, ¡estaba allí! A “simple” vista, de vecinos y de nosotros mismos; pero en realidad, estaba lejos de nuestra vista y pensamiento, por estar pensando más en una señal y lugar fuera de casa;  hecho que se parece mucho a la fe que mostramos a los que nos rodean, como reflejo de lo que vivimos internamente en nuestra relación con Dios.

Existen tres puntos que son determinantes y que debemos evaluar, reconocer y corregir partiendo de la escritura y aprovechando la crisis como medio e instrumento de Dios para tal fin:

Revisando nuestra fe (Hebreos 10:38-39 ; Hebreos 11:1-3)

Para revisar la fe, necesitamos entonces saber que dice la biblia acerca de ella, siendo el autor de Hebreos uno de los que dedica especial atención en mostrarnos y medir nuestra fe de manera integral; no solo en el terreno conceptual, sino en la aplicación o más bien en la demostración de ella en nuestras vidas. Los destinatarios de la carta a los Hebreos, estaban afrontando diversas pruebas y situaciones que llevaron al escritor, a animarles por medio de una extensa epístola, que entre otras cosas abarca el tema de la fe. Este tópico se escribe con el propósito de que la audiencia pudiera evaluar la manera en que estaban enfrentando las pruebas que en su momento y contexto específico estaban recibiendo. Hebreos, pareciera ser un molde acorde a las situaciones que vivimos pensando en la fe que decimos tener, ya que en el capítulo 10, antes de abordar de manera frontal el tema de la fe; el autor, destaca de manera contundente la forma en que los justos son vistos por el Señor: “El justo vive por la fe”, fe que se evidencia en el avanzar en medio de las pruebas como un rasgo común en las almas ganadas por el Señor. Cuando mi esposa y yo, revisamos el balcón de casa, nos percatamos que era un buen lugar para estar, pasar buenos momentos, y desde allí aparte de la buena señal, poder contemplar las bondades y maravillas de la creación del Señor; es decir, al evaluar el lugar, nos dimos cuenta que necesitaba correcciones, reparaciones y mantenimiento.

Reconociendo las debilidades de mí fe. (Hebreos 12:1-3)

Al hablar de debilidades en la fe, nos referimos a las tantas situaciones que se estaban presentando en medio de los receptores de la carta de Hebreos, que había llevado a algunos de los que decían ser creyentes a retroceder y “abandonar” la carrera de la fe, siendo este un punto de referencia que en el contexto se evidencia y que el autor de la carta de manera firme expresa con propósito de corregirlas. “No somos de los que retroceden”; dice el autor a los receptores originales, por lo que al igual que ellos, nosotros no debemos retroceder, sino más bien aferrarnos a las tantas promesas y testimonios de hombres y mujeres que destacados en la carta de Hebreos, y que también se han visto en hermanos fieles en todas las generaciones, y también a reconocer nuestras falencias que no permiten que retomemos de manera correcta nuestra condición ante Dios. “Nosotros”, también estando rodeados de tan grande nube de testigos (Hebreos 12:1), testigos que como bien se especifica en la epístola, cumplieron de manera completa y cabal su tarea; quienes ahora forman parte fanáticos que nos aúpan con su testimonio y fidelidad desde las graderías celestiales, nos animan e impulsan a continuar con la carrera que tenemos por delante, dejando de lado cualquier condición de pecado, retomando la carrera, volviéndonos al Señor como el que marcó el camino a seguir. Es por demás maravilloso, no solo leer, sino contemplar la epístola de Hebreos; donde se nos exhorta a mirar a Jesús como autor y consumador de la fe, quien a pesar del sufrimiento en su máxima expresión, no abandonó su misión con tal de cumplir una promesa que estaba por encima del propio sufrimiento y humillación a la que se sometió.  Este tiempo ha sido también un canal medidor de actitudes apáticas y divisoras, que llevan a algunas personas a valorar poco la comunión del Señor y la cercanía de los hermanos; siendo una necesidad real y constante el poder amar, y reconocer a los que están alrededor nuestro, los más cercanos, los que conocemos, con los que compartimos no solo en la iglesia, sino que son parte íntima de nuestra historia, donde nuestros hijos y los hijos de nuestros hermanos amados, se conocen, comparten y se extrañan, así como nosotros nos conocemos mutuamente, compartimos, sufrimos y nos extrañamos; llegando a puntos donde veamos la membresía y comunión de la iglesia, como realidades cercanas y necesarias.

Reconstruyendo nuestra fe. (Hebreos 13:1-3 ; Hebreos 13:8-9 ; Hebreos 13:11-15)

Al hablar de reconstrucción, como bien lo notamos en los textos pasados, pensamos en la fe que Dios nos ha dado, en los fundamentos de la fe que Él nos ha colocado y por los caminos de la fe que Él nos designó para transitar, evitando así, mostrar esos cascarones vacíos de fe, y conductas contrarias a las que muestran los de la fe de Jesús. Tal vez si el balcón lo limpiamos, reparamos y remodelamos para tener buena señal, sin limpiar la casa completa, de seguro tendremos un desorden en casa, con un balcón bonito. Nuestra vida debe ser íntegra, mostrando de manera externa lo que en nuestro interior estamos viviendo; y cuando hablamos de estas cosas, lo primero que se viene a nuestra mente, son los hábitos espirituales que debemos cumplir como seguidores del Señor; siendo esto una realidad para cualquier creyente, pero tales hábitos puede presentarse como cascarones y ornamentos decorativos, sino parten de una vida que conoce al Dios cercano, real, y que reconoce una condición de necesidad de perdón diario que le lleve a ver a Dios como padre y a los que nos rodean como prójimos con la misma necesidad del perdón recibido por el Señor. En el capítulo 13 del libro de Hebreos, el autor aterriza su argumento, dejando claro los escenarios diarios y constantes donde será medida la fe del creyente, donde las relaciones fraternas, matrimoniales, con los líderes de la iglesia y muchas otras, serán moduladores de la fe que profesamos en el Señor, siendo la fe real, evidente en los que avanzan y perseveran, en contraste con la de los que retroceden y se desvían de los principios que señalan y separan los verdaderos creyentes de los asistentes o religiosos que se encuentran muy cerca de nosotros, o donde pudiéramos nosotros mismos encontrarnos. La evaluación, corrección y comprensión diaria de la fe, debe ser un hábito diario y necesario.

Conclusión

Una de las cosas que leí en estos días, es que la pandemia y la “separación” momentánea de la comunión de la iglesia completa, había puesto en evidencia entre otras cosas, dos peligros que la iglesia ha enfrentado y sigue enfrentando: La apatía y los deseos divisores de muchos de los que están alrededor del seno de la iglesia. Debemos amados hermanos, recordar, que la iglesia en su naturaleza y esencia, es espiritual e indetenible, no siendo el hombre quien la gobierna ni preserva; siendo parte de su estrategia gubernamental, usar a débiles y necesitados hombres y mujeres transformados, para que ejerzan funciones múltiples dentro de ella como instrumentos multiplicadores y preservadores del evangelio. Nuestra fe, común y recibida del Señor, es una que se mostrará como una que señala una esperanza única, distinta y razonable, donde un tema como la fe, no se limita a conceptos fríos, ciegos y acompañados de diversas disciplinas a realizar; sino más bien, una que muestra su plena confianza en el Dios que ha hecho todo acorde a sus deseos, en cumplimiento de su voluntad soberana. No existe mayor y mejor cosa en el mundo, que ser de los que están corriendo de lado de los héroes de la fe, sabiendo que nosotros mismos podemos mostrar con ánimo y sabiduría una fe que anima, cree, avanza, llora, ríe y se goza aún en medio de las más difíciles circunstancias. Como humanos, no debemos dejar de revisar, reconocer y reconstruir la fe de manera que a simple vista sea destacada como una que es verdadera, fructífera y real.

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