Escrito por Jorge Boscan

19 de diciembre de 2020

Leer Lucas 2:8-14

Anualmente, en diciembre, celebramos en todos los hogares las añoradas fiestas  navideñas. La navidad se ha convertido en encuentros de las familias y los  amigos. Entre los temas de conversación que giran alrededor de la mesa está el nacimiento de Jesús. La concepción artística de la navidad  presenta a la familia de Jesús como imágenes grabadas en un cuadro con marco dorado, con una María en calma que recibe las nuevas de la anunciación por parte de un ángel como una forma de bendición.

Celebrar las fiestas navideñas nos invita a pensar en todo lo que hemos  pasado desde que comenzó la pandemia. De manera que surge en mí esta pregunta en  ocasión que hemos vivido: ¿Debe la iglesia del Señor celebrar el extraordinario acontecimiento que ocurrió aproximadamente hace 2020 años? La respuesta la tenemos en el Nuevo Testamento en el Evangelio de Lucas.

Este evangelio, narra los acontecimientos del nacimiento de Jesús, de manera ordenada como ningún otro evangelio. El encuentro de pastores y el ángel  para revelar la gloria de Dios que resplandeció en aquel lugar.

La gloria de Dios resplandeció  a los  pastores. 

“Había pastores en la misma región  que velaban y guardaban las vigilias…”

Lucas 2:8a

“Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor…hallaréis al niño envuelto en pañales…”

Lucas 2: 8-9,12 RVA

Resulta maravilloso ver a un niño que llega al mundo, y nuestro corazón se conmueve ante este acontecimiento; sentimos como una corriente de simpatía hacia él niño. Esa fue la manera en que Dios entró en el mundo. Él podría haber llegado tal como vendrá a la tierra por segunda vez, con gran poder y gloria. En cambio, en esta ocasión vino de la forma más débil en que era posible llegar; como un niño recién nacido.

Tendrían que haber estado presentes muchos más que algunos pastores y ángeles para darle la bienvenida; toda la creación tendría que haber estado en aquel lugar. En vez de ocuparse de recaudar impuestos, el Cesar tendría que haber estado en Belén para adorarle. Jesucristo podría haberle obligado a hacerlo, pero no lo hizo así. Él dejó de lado, no Su deidad, pero si Sus prerrogativas de la deidad, al venir como un niño pequeño para que ellos vieran la gloria.

La gloria de Dios resplandeció al pueblo.

“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor”

Lucas 2:10-11 RVA

No solamente participaron los pastores que estaban en Belén, sino que el pueblo sería testigo del gran gozo del nacimiento del niño. Jesús vino a revelarnos a Dios, en toda Su gloria, Su poder, Su majestad y Su soberanía. El Dios que vino a la tierra no vino como un torbellino violento ni como fuego devorador. El hacedor de las cosas se fue haciendo más y más pequeño, tan pequeño como un niño para que Su gloria fuera vista por todos aquellos que esperaban a un salvador. El Mesías que se presentó, sin embargo, se revestía de una clase diferente de gloria, la gloria de la humildad.

La gloria  de Dios resplandeció en los cielos

“Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las altura, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace.”

Lucas 2:13-14 LBLA

«Paz entre los hombres en quienes Él se complace». Los ángeles no proclamaron lo que algunos afirman a veces, que hay paz en la tierra, confundiendo sus propios deseos con la realidad. El profeta Isaías 48:22, dijo: “No hay paz para los malvados, dijo el Señor” . Es que vivimos en un mundo donde reina la maldad, en un mundo dominado por Satanás, el enemigo de Dios y, como consecuencia, no hay paz.

Sin embargo, hay paz para los seres humanos de buena voluntad. Si tú eres uno de aquellos que ha venido a Cristo para recibirle como tu Salvador, puedes conocer la paz de Dios. Como dijo San Pablo en Romanos 5:1, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

La gloria de Dios resplandeció en todos los rincones del universo, proclamando “GLORIA A DIOS en las alturas y paz entre los hombres”. Cuando Cristo vino a este mundo por primera vez, ésta fue la clase de paz que Él trajo. En Su futura segunda venida vendrá como el Príncipe de Paz; en aquel momento acabará con la injusticia y la rebelión de la tierra. Establecerá la paz en el mundo. Pero hasta que Él venga otra vez, no habrá paz en esta tierra.

La respuesta de celebrar la navidad es para la Gloria de Dios. Para mostrar a los hombres por medio en quien podamos ser salvos, por medio de Su Hijo Jesucristo. El apóstol Pablo escribió: “Él es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación”… “Él es el antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten”  Amén


Pr. Jesús Idrogo

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