Escrito por Jorge Boscan

21 de marzo de 2020

En primer lugar y desde los evangelios se observa claramente que nuestra Naturaleza como discípulos es divina y espiritual (2 Pedro 1:4); debido a que de manera determinante e incondicional es impartida por Dios, y delegada como tarea principal y multiplicadora a sus seguidores sin detenimiento alguno. En la revisión del evangelio de Marcos se observa de manera clara la forma en que esta misión es encomendada por el mismo Señor antes de ascender al cielo en Marcos 16:14-18.

Existe una estrecha e inseparable conexión en la forma en que Cristo designa la tarea de hacer discípulos, y el llamado que realiza a sus seguidores genuinos; quienes de manera inmediata y singular dejaron las tareas y oficios que tenían para seguirle; como bien se muestra en los evangelios, mostrando así una cualidad en estos receptores: Autoridad reconocida para quien llama y prontitud en la respuesta de los que siguen al que les llama.

La respuesta al llamado

Los discípulos respondieron la petición de Jesús, dejando de lado muchas cosas; colocándose cada uno en una posición de seguidores de un Dios (hombre), que con autoridad Soberana les convocó desde sus quehaceres comunes y corrientes. Estos serían al fin y al cabo los primeros en ser conocidos como “discípulos de Jesús”.

Nuestro propósito y fin principal como creación; es la de glorificar a Dios; cosa que fue socavada y opacada por la llegada del pecado; y por tanto Dios mismo, como lo menciona el Apóstol Pedro en el texto citado líneas arriba; habla del envío de Jesucristo en rescate reconciliador de la naturaleza divina desdibujada por el pecado. Lo interesante de este asunto; es que Dios usa humanos reconciliados (discípulos), para llevar a cabo una tarea espiritual en aras de recuperar la plenitud de la Adoración hacia Dios del hombre caído.

Dios envía a hombres transformados espiritualmente a realizar una labor espiritual. “Dios es Espíritu y los que le adoran deben adorarle en espíritu y verdad”. Juan 4:24. Por otro lado se observa que tanto los costos como los beneficios que se reciben al ser discípulos de Jesús son muchos. Al formar parte de esta gran familia de seguidores se sabe en primer lugar la condición de “tomar la cruz” del Señor y negarnos día a día a los deseos que chocan en contra de la voluntad del Señor.

Este llamado y sacrificio forma parte de las demandas exigentes diarias que enfrentan los seguidores de Jesús, exigencias que presentan un orden contrario al que se vislumbra a nivel mundano o humano; en donde los que gobiernan o dirigen están por encima y alejados de sus “Súbditos” o seguidores.

«Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos «

En el caso de discipulado cristiano; y sabiendo que Dios está por encima de todo y de todos; también se observa a sus seguidores como colaboradores, administradores y mayordomos de su gracia (1 Corintios 3:9; 1 Pedro 4:10), los cuales le reconocen, se humillan y obedecen como fuente principal de una autoridad que inicia en Dios y termina en Dios.

Cristo habló de ese servicio colaborador e importante en respuesta a las peticiones y pretensiones egoístas de sus propios discípulos al querer estar en los primeros lugares o al lado del maestro en el trono celestial (Marcos 10:35-37; Mateo 20:20-28; Lucas 22:24-38). La respuesta a continuación fue dada por Jesús a los corazones orgullosos y egoístas de sus propios y cercanos discípulos: “Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos” Marcos 8:35. Esta respuesta rompe con todos los paradigmas que se tenían y se siguen teniendo en cuanto al liderazgo secular y cristiano, donde los líderes son siervos y no “capataces”, autócratas o presidentes; a la hora de ejercer el oficio misionero cristiano.

Por Pr. Róbinson Moreno

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