Escrito por Jorge Boscan

3 de julio de 2021

Esta semana el mundo se conmovió ante la noticia del derrumbamiento en horas de la madrugada de un edificio de unos 100 apartamentos habitados por aproximadamente 150 personas. Con muy pocos sobrevivientes, y muchas personas desaparecidas, y pocas esperanzas de rescate, nos sumergimos en una atmósfera de incertidumbre y en algunos casos de cuestionamiento o incredulidad por saber y conocer los preceptos y formas de actuar de Dios en casos como este y otros similares.

El relato bíblico que se describe a continuación puede colocarnos en una situación de contención, rechazo y tristeza (como lo sintió David) por la forma y actuación de Dios, con respecto a lo que se aprecia en medio del cuadro bíblico. Cuando se trata de conocer alguna situación, debemos procurar indagar en la historia y principios que la envuelven. En medio de un tumulto bullicioso de adoración a Dios por la recuperación y retorno del arca al lugar donde debía estar; ocurre una muerte repentina e instantánea que desde la escritura nos señala el camino correcto a la hora de pensar en una Adoración y Santidad genuina, obediente, real y consciente.

Una muerte «súbita»

Uza, es uno de esos personajes que en la escritura solo a pocas tintas lo vemos apareciendo en un acto, para morir al siguiente. Como si fuese sacado de una novela de terror, toda la algarabía paso de un momento a otro, a un silencio sepulcral, dejando en las personas presentes en la audiencia; una actitud de inconformidad, temor e incertidumbre. El rey David mudo su rostro de la alegría a la tristeza, cosa que ocasionó cierto grado de frustración y decepción; ya que la ocasión ameritaba según lo que se observa, una celebración que mostraría la vuelta de la presencia de Dios al campamento, con el arca del pacto como elemento que marcaría dicha presencia:

I. Dios habla a través de sus mandamientos.

Éxodo 25:14; 1 Crónicas 15:1-2; 15:11-15

Existía una clara prescripción que describía quien, como y donde debían estar los encargados de la movilización del arca, por lo que no era Uza quien debía estar en el lugar, mucho menos como estaba ni donde se ubicaba a la hora del fatídico desenlace.

Debían ser Levitas santificados y calificados según la escogencia y mandamientos que previamente Dios había establecido.

En Deuteronomio 10:8, se muestra el claro y determinado mandamiento de Dios para los que responsablemente debían cargar el arca del pacto en señal de la marca del Dios que se revelaba y aparecía a Israel como símbolo real de la marca de un Dios que permanecía con su escogido pueblo. Esta marca histórica nos permite entonces conocer un poco mejor la actuación de Dios en contraste con la desobediencia e irresponsabilidad de todos los que presenciaron aquel culto, no muriendo aquellos donde descansó la misericordia de Dios, al no sobrepasar de manera flagrante los límites establecidos por el creador como si lo hizo Uza:

a.  Prescripción que no deja por inocente al culpable

b. Prescripción que señalaba el camino de la obediencia

c. Prescripción que nos señala a Jesús como objeto de la ira de Dios, en vez de colocarlo en humanos, débiles y desobedientes hombres.

II. Dios nos habla a través de las catástrofes.

2 Samuel 6:1-11 

Así como el caso de Uza, podemos pensar en la propia situación pandemia y la repentina muerte de estas personas que vivían en los apartamentos que hace poco se derrumbaron, como aquellas que muestran un común denominador: La muerte como elemento que separa, entristece y debilita al hombres, de manera que sino se comprende a Dios en su plenitud se dejará de entenderse en momentos donde en su soberanía reflexionamos, nos humillamos y nos arropamos.

a. Las catástrofes nos debilitan y muestran nuestra fragilidad.

b. Cada situación catastrófica tiene una historia, que no en todos los casos podremos conocer, siendo la propia presencia de Dios suficiente para refugiarnos.

c. La mayor catástrofe de la humanidad se observó en la cruz, el Dios encarnado muriendo de manera agónica por los pecados de todos los hombres.

III. Dios nos habla por medio de la alabanza.

2 Samuel 6:12-16; 6:20-23

Si miramos el principio de la historia, nos daremos cuenta que muy a pesar de la algarabía del primer «momento» de adoración junto al arca, todo ha cambiado de manera drástica, debido al buen entendimiento y retorno a la adoración establecida por Dios. El arca había vuelto, los Levitas Santificados estaban en el lugar que debían, como debían y ubicados en la posición correcta. Cuando hoy estamos  regresando a los locales de reunión, después del parón por la pandemia, pudieran aparecer algunos que dejando de lado los principios establecidos, dejen de escuchar a Dios en medio de todas las reflexiones que en este tiempo hemos aprendido, donde al fin y al cabo estar nos deben haber acercado mucho más al Dios, que no cambia ni deja pasar por alto sus preceptos, que establecidos marcan un camino que entre otras cosas, nos exhorta a mejorar nuestra forma de alabanza y adoración a Dios.

a. La alabanza debe darse con una conciencia y entendimiento claro.

b. La alabanza envuelve regocijo, alegría y agradecimiento.

c. Nada ni nadie puede detener la alabanza de corazones verdaderamente agradecidos por la presencia y dirección de Dios.

Conclusión

El relato que se muestra, no solo señala la manera correcta de alabar al Señor, sino la forma en que habla, de manera que podamos pensar en las prescripciones y mandamientos presentes en medio de las situaciones, reflexionado y atesorando incluso circunstancias que parecieran ser catastróficas y negativas para beneficio del pueblo de Dios. Valorar la historia de Dios y las dificultades en medio de esa búsqueda, generarán de manera inevitable, alabanza por parte de humanos que estimen y tengan en primer lugar al Dios que les habla y hace reflexionar cada día.


Por Robinson Moreno

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