Dios de consolación

Leer 2 Corintios 1:3-7

Todos pasamos por adversidades bastantes terribles. Todos nos hemos encontrado de una u otra forma en situaciones tan angustiantes, que perdemos la esperanza de hallar consuelo. Hemos sentido muy de cerca  el sufrimiento  de  familias, amigos y hermanos de  la iglesia. Con tristeza hemos visto la partida de mucha gente en esta terrible pandemia. 

Quizás podríamos pensar que la misericordia de Dios se ha alejado, la gracia y consuelo han desaparecido en la iglesia. Lo que es peor, nuestra confianza empieza a disminuir y entramos al inmenso océano de temor y duda. 

¿Quién no se ha encontrado así alguna vez? Todo ser humano pasa por esto. ¡Y los cristianos no somos la excepción! Sin embargo, a diferencia de la gente del mundo, nosotros tenemos un consuelo inamovible, firme y fuerte. Porque nuestro consuelo está en Dios mismo, más firme que una montaña, y más fuerte que las rocas más pesadas.

Dios Padre de misericordia.

El apóstol Pablo comienza este pasaje bendiciendo a Dios. Reconociendo que Él es dador de todas las cosas en este  mundo y que absolutamente todo proviene de Él. Porque  sabe que el Padre de nuestro Señor Jesucristo es bueno. Las aflicciones en el mundo no van a desaparecer. Pero mientras  vivamos tenemos la esperanza que Dios ha comunicado con firmeza en cumplir su palabra, “los que hemos buscado refugio podamos tener un fortísimo consuelo” (He 6:18b). Esto implica que estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil 1:6). Él terminará la obra que un día empezó y traerá paz a nuestras vidas.

   “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias”

2 Co 1:3 RV60

«¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados«

Mi. 7:18-19 RV60

“Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad”

Salmo 86:15 RV60

Las misericordias de Dios es nueva cada mañana. Tenemos que dar gracias a Dios por lo que tenemos hoy. Podemos buscar saciar el alma con las cosa del mundo, pero el único que saciará nuestra hambre y sed es el Señor Jesús.

Dios de toda consolación

  ¿Qué  esperamos los creyentes en medio de tribulaciones, tristeza y luto? Hacemos muchas preguntas y encontramos  pocas respuestas, por no decir ninguna. La vida cambia de la seguridad a la inseguridad, de la convicción a la duda. En los salmos el rey David pregunta: ¿Qué es el hombre para que tú lo tengas en cuenta, o el hijo del hombre para que pienses en él?  Y,  caemos    en una paradoja espiritual. Pero, una vez más, encontramos consuelo en la Palabra de Dios.

“…y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción  con consuelo con nosotros mismos somos consolados por Dios”

2 Corintios 1:3b-4

Nuestro Señor es un Dios de “consolación” (verso 3). Muchos tienen la idea de un Dios déspota, castigador, cuando lo que Él desea es consolar a su pueblo. Así nos dice:

“En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor delante de Él llegó a sus oídos.”

Salmos 18:6

“El Señor será también baluarte en tiempos de angustia”

Salmos 9:9

Y vemos cómo el Espíritu Santo se le llama “Consolador”; uno que está a nuestro lado y nos levanta, nos anima a seguir adelante. El Dios de toda consolación conoce cada situación, sabe por lo que estás pasando y quiere ayudarte.

Dios y el propósito de la consolación 

Dios nos consuela para que nosotros también podamos consolar a los que están en cualquier tribulación. Cuando alguien necesita consuelo, nosotros podemos dárselo porque Dios ya nos ha consolado primero; ya que sabemos la situación de cada hermano.

“Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.”

2 Corintios 1:5-6

Dios usa a personas, a todo creyente, para llevarnos a la consolación. Debemos animar a otros a seguir corriendo la carrera de la fe. Decirle palabras de aliento o gestos de cariño en medio de la aflicción.

“Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.”

2 Corintios 1:7

La aflicción es para que no confiemos en nosotros mismos, pues nuestras fuerzas o capacidades son débiles delante del poder del Señor. Pablo dice que cuando es débil, entonces es cuando es fuerte, “Y me ha dicho: Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí “

2 Corintios 12:9

Conclusión 

Dios no es ajeno a nuestro dolor. Dios es Padre de misericordia, Consolador y su propósito es que descansemos en su soberanía y gracia. En palabras del Señor Jesús oímos:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”

Mateo 11:28

El magnífico himno de Katharina “Tranquila, alma mía” expresa la esperanza confiada de todo creyente en el consuelo divino:  

Tranquila, alma mía: el Señor está de tu lado; carga con paciencia la cruz de la pena o el dolor. Déjale a tu Dios que apareje y provea; Él permanecerá fiel en todo cambió. Tranquila, alma mía: tu mejor amigo, el celestial te llevará a un final dichoso a través de caminos espinos. 


Pr. Jesús Idrogo