Escrito por Jorge Boscan

28 de noviembre de 2020

Leer Santiago 1:12-18

Continuando con la serie de Santiago, recordemos que, hasta ahora, hemos estudiado el gozo en medio de la prueba, la sabiduría que se le debe pedir a Dios para enfrentar las pruebas y el contraste entre la actitud del hermano humilde y del rico.

Los versículos correspondientes a este estudio, siguen hablando sobre las pruebas y las tentaciones y la ganancia de haberlas aprobado, y nos enseña a identificar cuando una prueba es de Dios y cuando no.

Dichoso el hombre que soporta la tentación

El verso 12 inicia con una palabra que se repite varias veces en toda la Biblia: “bienaventurado”, la cual significa: “feliz, dichoso o afortunado”, en otras palabras, Santiago les dice que son muy felices cuando soportan la prueba o la tentación, porque al soportarla, recibirán la corona de vida (refiriéndose al reino prometido por Jesús).

Recordemos que Santiago ya ha animado a los creyentes a tener gozo en medio de las pruebas y a pedir sabiduría para enfrentarlas, en este verso les dice que son felices porque recibirán la vida eterna, de tanto valor, que utiliza la ilustración de la “corona de vida” para representar el nuevo estado del creyente como hijo y coheredero con Cristo.

Ahora bien, la corona de vida es dada por Dios, y será de aquellos que soportan la prueba, esto es, resistir todos los días de nuestras vidas en integridad, aquellos asuntos que prueben nuestra fe o intenten hacernos caer en pecado. Esto quiere decir que, esta corona es sólo de aquellos que perseveran hasta el final y además, según el final del verso, aman a Dios. Aunque es una promesa hecha por el Señor, esta promesa se materializará cuando hayamos terminado la carrera de la vida.

La tentación que produce muerte

En estos versos, el autor utiliza las palabras prueba y tentación de manera muy similar pero con motivaciones diferentes. En el mismo verso 12, se menciona las pruebas y tentaciones casi como sinónimos, pero que, al soportarlas y superarlas permite que la promesa de pertenecer al reino de Dios se cumpla en nuestras vidas. Podríamos decir que estas pruebas o tentaciones son aquellas que refinan y moldean al creyente para hacernos perfectos, cabales y además nos permiten disfrutar de la vida eterna.

Ahora bien, en los versos del 12 al 15, se mencionan aquellas tentaciones o pruebas que vienen desde el interior de la persona, vienen de nuestra concupiscencia (malos deseos) y que al permitir que estos dominen y se hagan reales en nuestras vidas, generan como consecuencia el pecado. Estos malos deseos no son producidos por el Señor, son totalmente originados por nosotros y usados por el enemigo, pero, al final la responsabilidad y las consecuencias las sufriremos nosotros.

El Señor no nos prueba con pecado

El Señor no tienta o prueba mal a nadie, y esa es la diferencia entre la prueba o tentación que viene del Señor y la que proviene de nosotros. Y este principio lo podemos aplicar a nuestra vida a la hora de identificar cuando una prueba viene del Señor o no, las pruebas del Señor, buscan probar nuestra fe y garantizar que estemos preparados para obtener esa corona de vida, y aunque difíciles y dolorosas, al final, nos ayudan a bien (Romanos 8:28).

Sin embargo, hay algunas situaciones que podemos llamar “pruebas del Señor”, y más bien, son consecuencias del pecado cometido, un ejemplo podría ser, una enfermedad contagiada por actos pecaminosos, que hasta la fecha no tienen cura como el SIDA. Porque aunque seamos nuevas criaturas en Cristo Jesús, también es cierto que padecemos muchas de las consecuencias de nuestra vieja vida y de nuestros pecados, y posiblemente no podamos evitarlo.

Lo bueno y perfecto viene de Dios

“Amados hermanos míos, no erréis.”, así es como nos dice el verso 16, pero ¿sobre qué asunto no debemos equivocarnos? Sobre el origen de las pruebas que producen vida y aquellas que producen muerte, aunque al superar, tanto una como la otra, será un paso de la perseverancia en la fe. Si somos hijos de Dios, Él nos capacita para discernir las pruebas en nuestras vidas. Debemos entender que de Dios, solo puede venir lo bueno, como creador, inmutable y soberano que es, nos permitió conocer de primera mano a Su Hijo y experimentar la certeza del conocimiento y consumación de ese sacrificio, cosa que hasta los ángeles anhelan mirar (1 Pedro 1:12)

Si conocemos y entendemos el carácter de Dios y sus promesas, podremos apreciar y disfrutar de la felicidad de saber que nuestra eternidad está garantizada en Él, por su voluntad y fidelidad.

Conclusión

Mi oración es que podamos apreciar el privilegio de disfrutar de esta promesa convertida en bienaventuranza, que sea el Señor ayudándonos a perseverar hasta el final y que en medio de las dificultades, pruebas y tentaciones, podamos recordar estas promesas y mantener nuestra mirada en las cosas de arriba, Dios te bendiga.


Por Jesús Rivera

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