Leer Santiago 2:1-13
En el capítulo anterior, Santiago exhorta a los fieles creyentes, y les ordena: “sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores que se engañan a sí mismo”, Él dice que no basta con conocer la Escritura o la enseñanza piadosa. El simple conocimiento es algo inútil, de hecho, es aún peor que algo inútil, porque quien piensa que conocer la Biblia convierte a alguien en piadoso se engaña a sí mismo. Al contrario, lo que le hace piadoso es el ser hacedores de la palabra. Entonces, la enseñanza de Santiago es mirar atentamente a la ley perfecta de Dios, ley de la libertad, y permanecer en ella, es lo que debe ser obedecido. Esto es interpretado en el AT, junto con las demás enseñanzas. La bendición, no es oír de las palabras sino obedecerla y será bienaventurado (Mateo 7:24-27).
Santiago culmina el discurso, para aquellos que se creen piadosos deben refrenar sus lenguas incontrolables, y que practiquen una religión pura y sin manchas delante de nuestro Dios y Padre. Practicando las obras de caridad que consisten en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo (Santiago 1:26-27)
El primer discurso trata de la generosidad en la conducta. Lo segundo, es que si una persona demuestra parcialidad o favoritismo es pecado, entonces se trata de alguien que está viviendo más como los perseguidores de la iglesia que como Jesús.
El favoritismo entre hermanos. (vv.1-4)
La amonestación contra la parcialidad o favoritismo dentro la iglesia es el primer punto que Santiago condena. No sin antes recordar, la hermandad que debe existir en ella, con la frase “Hermanos míos,” pues advierte a sus hermanos que “su fe en el glorioso Señor sea libre de acepción de personas (vv.1)”. El que cree en la gloria de Cristo y así lo confiesa, ¡no se deja impresionar por las pequeñas glorias humanas! La gloria del Señor (el shekiná, (Éx.40:34,35) nos inmuniza contra anillos de oro y ropa espléndida (vv. 2,3).
Tenemos varios ejemplos en los evangelios, donde Jesús, nos enseña a ir en contra de la parcialidad o favoritismo.
• Jesús y la mujer samaritana (Juan 4:7-10.)
• Jesús y el paralítico de Betesda (Juan 5:1-9).
• El llamado al recaudador de impuesto, Zaqueo. (Lucas19:1-10).
En las cartas de Pablo: Romanos 3:22,29; Gálatas 3:25-29; 1 Co 12:13
Los pobres ricos en la fe. (vv. 5-7)
Aquí tenemos que leer cuidadosamente, para entender bien el texto. Santiago no está diciendo que los pobres han sido elegidos para la gloria gracias a su pobreza, ni tampoco que los ricos pertenecen a los que son condenados por causa de su riqueza. Pues Dios ha prometido el Reino a los que lo aman (v. 5). ¡Eso es lo que viene en primer lugar! A los que aman a Dios, sean pobres o ricos.
El ejemplo de Abraham como amigo de Dios, y el rico Job que amaba mucho a Dios, mujeres ricas sirvieron a Jesús con sus bienes, y el rico José de Arimatea cedió su propia tumba al Señor. ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman (vv. 5). No porque sean tan pobres, sino para que sean ricos en la fe.
La acepción de persona es pecado (vv.8-12)
La acusación contra aquellos que hacen acepción de personas, es vista como pecado. La ley real que habla Santiago es conforme a la Escritura: es el segundo mandamiento, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este mandamiento del Señor, como el gran mandamiento del amor está por encima de las vidas de todos nosotros, ricos y pobres; blancos y negros, americanos, europeos, africanos o asiáticos.
Pero si actuamos con parcialidad, nos enfrentamos a esta Ley suprema. No nos vale nada haber cumplido algún punto de la Ley, porque no estamos ante una suma de mandamiento más mandamiento, y norma más norma, sino ante Aquel que ha dicho tanto lo uno como lo otro, y que ha resumido todo en aquel único mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19:18; Mar.12:31; Ro. 13:9).
En conclusión.
Una persona que no muestre misericordia y compasión por los necesitados demuestra que nunca ha respondido a la misericordia de Dios, “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (vv. 13), y como persona no redimida sólo recibirá el infierno eterno. Piensa en la parábola de los dos deudores (Mateo 18:23-35) que no quiso perdonar la deuda a su prójimo y fue entregado a los verdugos. Toda la conducta de una persona está incluida en su actuar y hablar. No hay aspecto de la vida que escape al juicio.
“Bienaventurados los misericordiosos porque ellos recibirán misericordia” (Mateo 5:7). También dijo: “Con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá” (Mateo 7:2). Por lo tanto, al no ser justos con los pobres estaban amontonando un juicio estricto sobre sí mismos.
Ps. Jesús Idrogo.