Escrito por Jorge Boscan

7 de noviembre de 2020

Tengo el gozo de iniciar el día de hoy con la introducción de la serie de Santiago, una carta que considero una de las más prácticas y claras de toda la biblia, pues nos da un equilibrio entre la sola fe y las obras que el creyente debe tener como consecuencia de haber creído.

Para este tema, quisiera usar una ilustración muy conocida: los procesos de refinación del oro. Mucho hemos oído de la cantidad de procesos que existen para refinar el oro, la razón de éstos, es porque el oro en su estado natural viene ligado o mezclado con muchos otros elementos o metales que le restan pureza, a estos elementos se tratan como “impurezas“, y para quitarlas y dejar el oro lo más puro posible, es necesario que pase por diversos procesos.

Algo similar pasa en la vida del creyente, es necesario refinar nuestra vida y sobre todo nuestra fe y es lo que veremos en esta serie de estudios.

Contexto de Santiago

Antes de iniciar con el desarrollo del texto que estudiaremos hoy, es importante conocer a quién iba dirigida esta carta y su autor. En el verso 1 se identifica al autor como Santiago, el hermano de Jesús, en los evangelios no hay muchas referencias sobre Santiago, sin embargo, después de la muerte de Jesús, se empieza a mencionar y  se da a conocer su trabajo como líder de la comunidad Judeo cristiana en Jerusalén, en esta epístola se nota su relación con los creyentes judíos al mencionar que va dirigida a ”las doce tribus que están en la dispersión…” estos eran los judíos que se habían convertido al cristianismo. Sin embargo, las enseñanzas de Santiago son tan relevantes para los creyentes actuales como lo fueron para los receptores originales.

Otro punto importante que debemos tomar en cuenta al estudiar Santiago, es cómo el autor se refiere a Cristo, aunque convivió como su hermano en el seno familiar durante un tiempo. Muy posiblemente los hermanos de Jesús, incluido Santiago, no estaban muy seguros de que Jesús fuera lo que afirmaba ser, quizás los familiares y amigos de Jesús, dudaban de Él porque le conocían como hijo y hermano de una familia local y no le honraban por lo que es, según Marcos 6:4; sin embargo, si Santiago tenía alguna duda de lo que Cristo es, fueron disipadas después de la muerte y resurrección de Cristo, y su vida y enseñanzas escritas en la epistola lo demuestra, sobre todo el verso 1 que declara: “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo…”

Las pruebas en los creyentes

Es importante entender el concepto bíblico de “prueba”. La biblia enseña que mientras estemos en este mundo tendremos situaciones, problemas o adversidades, por eso es necesario que el Señor nos guarde (Juan 16:33;17:15), además, la palabra prueba también puede traducirse como “tentación” que significa ”poner a prueba”, Abraham fue puesto a prueba al solicitarle que entregara a su único hijo, por este acto, Abraham fue considerado el padre de la fe (Génesis 22:1, Hebreos 11:17). Ahora bien, hay una tendencia humana de llamar “prueba del Señor” a cualquier evento o situación que se nos presente, y aunque el Señor puede usar cualquier cosa para moldear nuestra vida, debemos pedir sabiduría para entender cuando algo viene realmente de Dios o cuando viene del enemigo, de nosotros mismos según nuestras concupiscencia o son consecuencia de nuestro pecado.

El Señor no nos “tienta” con pecado, más bien, la tentación que produce pecado es a raíz de nuestra concupiscencia (Santiago 1:13), pero sí permite situaciones o eventos en nuestras vidas que pueden hacernos ver nuestra fragilidad y poca fe y sirven para fortalecernos más en Él. En el versículo 2 de este primer capítulo, Santiago invita al creyente a recibir con gozo cualquier situación que pruebe su fe, aunque entendemos que para quien padece la prueba no es fácil, el Señor nos capacita para soportar la prueba dándonos la salida juntamente con la prueba conociendo nuestras limitaciones (1 corintios 10:13). 

Fe paciente

Por naturaleza, somos impacientes, aún más en nuestra cultura, nos gusta que todo se haga inmediatamente, mas en el Señor debemos aguardar pacientemente para poder perseverar en la fe, de este tipo de paciencia habla Santiago, aquella que permite mantenernos fieles en el tiempo a pesar de las circunstancias. La prueba tiene el objetivo de producir en nosotros la fortaleza para mantenernos firmes en la fe, poco a poco va creciendo y fortaleciéndose para poder persistir e ir purificando y limpiando nuestra mente y nuestras actitudes, de ser personas impacientes e impetuosas a “perfectos y cabales”como dice el versículo 4.

Recordemos que todo esto es un proceso, que nos irá llevando a la perfección en Cristo y que terminará, solo cuando estemos con Él, así que, no nos desanimemos cuando fallemos y nuestra fe flaquee, solo sigamos confiando, esperando en el Señor, porque en el proceso Él nos perdona, nos capacita y nos enseña cómo debemos vivir cada día.

Conclusión:

Las pruebas que tengamos durante el caminar cristiano podrán ser difíciles, pero necesarias para formar nuestro carácter y fortalecer nuestra fe, como el oro, es necesario que nuestra vida sea refinada para que el Señor vaya quitando todas esas impurezas que venimos arrastrando durante mucho tiempo, sin duda, como humanos y en nuestra naturaleza carnal seremos afectados por las pruebas, pero como hijos de Dios seremos consolados y animados a perseverar en fe, aprendamos de cada situación que se nos presente, la lección que el Señor quiere enseñarnos. Confiemos en Su Palabra y las promesas que en ella están.

Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

1 pedro 5:10

Por Jesús Rivera

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